lunes, 9 de septiembre de 2019

Estructura Socioeconómica de México

Estructura Socioeconómica de México















Economía 
México es una economía de libre Mercado con un PIB de un trillón de dólares. Internacionalmente, se considera un importante manufacturero y productor de petróleo. México tiene tratados de libre comercio con 45 países. En 2012, México se unió formalmente al Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico y en 2011 se formó la Alianza del Pacífico junto con Perú, Colombia y Chile, y próximamente se unirá Costa Rica. El Presidente Enrique Peña Nieto ha promulgado un ambicioso conjunto de reformas (energética, telecomunicaciones, fiscal, financiera, educacional, competencia, laboral, política y electoral, entre otras) para beneficiar a la población de México en general y promover el crecimiento económico.
En el 2017, las exportaciones fueron el rubro que más creció al aumentar 9.82 por ciento respecto al 2016, seguidas de las importaciones de bienes y servicios que mostraron un incremento de 8.81 por ciento. En tercer lugar el consumo mostró un crecimiento promedio de 3.27 por ciento en el 2017. Por su parte, el gasto de gobierno disminuyó 2.8 por ciento, mientras que la inversión (que debería ser el motor de la economía) cayó 1.66 por ciento. Podría decirse que el crecimiento económico de México está sustentado por el aumento de las exportaciones, las cuales afortunada o desafortunadamente, el 79.8 por ciento tienen como destino Estados Unidos, 2.8 por ciento Canadá, 16.4 por ciento un grupo de 43 países y el restante uno por ciento al resto del mundo.

La inflación, se ubica hasta la primera quincena de febrero en una tasa interanual de 5.45 por ciento, mostrando un efecto de rezago de la depreciación del peso. Lo anterior ante la dinámica de los precios en México, en donde al subir el precio de los insumos (o el tipo de cambio), la inflación sube, mientras que al ajustarse a la baja, la inflación permanece constante, sobre todo si se tiene la expectativa de que el tipo de cambio pueda volver a subir.

Llevándonos al tercer indicador: el tipo de cambio, que ha sido el dolor de cabeza de México en los últimos años debido a su alta volatilidad. El tipo de cambio es determinado principalmente por las posiciones de inversión en el mercado de futuros de Chicago. Cuando existe especulación que favorece al dólar o hay aversión al riesgo, se presiona al alza el tipo de cambio. Durante el 2017 el tipo de cambio fue el principal determinante de la inflación y ante la expectativa que vuelva a subir, presiona al alza la inflación y genera la expectativa de que Banxico volverá a incrementar su tasa de referencia.
Actividades económicas:

  • Actividades Primarias

El grupo principal de estas actividades económicas es el primario. Son las actividades que satisfacen una necesidad empleando para ello elementos o procesos naturales. Las cinco principales actividades primarias son: la agricultura, la ganadería, la pesca, la minería y la explotación forestal. Por ejemplo, en la agricultura, si un agricultor siembra trigo, cuando lo coseche realizará una actividad primaria.


  • Actividades Secundarias

Ahora bien, si el agricultor decide vender su cosecha de trigo y el comprador decide emplearla para fabricar harina en un molino, este fabricante y comprador realiza una actividad secundaria. Las actividades secundarias son aquellas que transforman los productos primarios en manufacturas.


  • Actividades Terciarias

Hay un grupo de las actividades económicas humanas denominadas terciarias que son las que se realizan para poder brindarnos diferentes servicios, y son indispensables para la realización de las actividades de tipo primarias y de tipo secundarias.

Por ejemplo, si se contrató a una empresa para transportar el trigo hasta el molino, los dueños de la empresa de transporte y sus empleados se encargan de realizar una actividad de tipo terciaria.

Otros ejemplos son los negocios inmobiliarios, los bancos, los lugares de comunicaciones, las empresas de tipo aseguradoras, etcétera.
Social
En México, es necesaria la reforma radical del Estado, para restablecer y hacer vigente el Estado de derecho perdido. Este podrá ser reconstruido en base a nuevas leyes que en realidad beneficien a los mexicanos. Y no como ha pretendido ser mediante legislaciones «hechas a la medida» por el Sistema Político Mexicano (SPM) para beneficiar en forma exclusiva, a las corporaciones e intereses de una oligarquía y clase política, que han secuestrado a la sociedad y han puesto en crisis al país.


 La sociedad será la que tenga que iniciar el cambio para que este sea real y permanente. Y para esto; es necesario que la sociedad cambie. Por lo tanto antes de esta indispensable reforma del Estado, será bueno enfocarnos en el análisis de la sociedad mexicana quien es la parte  fundamental del Estado mexicano y su razón de ser.

A la sociedad mexicana, durante mucho tiempo, por muchos años, los mismos quienes han detentado el poder, le estuvieron calentando el perol poco a poco, con acciones negativas para ella, con las que lamentablemente la fueron acostumbrado, haciendo entrar en un letargo de semiinconsciencia que ha llegado a afectar su capacidad de reacción; a no darse cuenta de que se sirven de ella quienes debieran servirle. Sin embargo lo que es peor, es que la hicieron dócil y manipulable,utilizable para propósitos diferentes y alejados a los de su interés y bienestar. Algunas partes de la sociedad ya han cobrado cierta conciencia de las causas que han puesto al perol a punto de ebullición. Sin embargo la mayor parte de la gente en su conjunto todavía no se da cuenta de la gravedad, sólo una parte la siente y la mayoría no sabemos qué hacer, o cómo actuar con efectividad en contra de la clase política-económica corrupta que maneja el sistema opresor, construido y alimentado durante los últimos 98 años, con las enseñanzas de la dictadura del porfiriato y bajo el paradigma del modelo de desarrollo capitalista de los EU.
Político
No sé si mucho o poco ha cambiado desde la pasada elección presidencial del 2012. Muchos personajes son idénticos, otros han aparecido de la nada, como algunos candidatos independientes o al menos han crecido vertiginosamente en seis años, como Ricardo Anaya. Lo que sí sé es que, además del crecimiento del hartazgo y de la desconfianza en la clase política tradicional, las formas de hacer política han cambiado radicalmente. Los medios electrónicos han sido superados por las redes sociales que permiten hacer otra clase de campañas dirigidas, principalmente, a los sectores más jóvenes de la pirámide poblacional, los millennials. No se ha erradicado la campaña a ras de suelo, ni tendría por qué, pero incluso ese espacio se magnifica a través del contacto virtual que suponen las redes sociales.
Hoy vemos que los partidos tradicionales, la única tecnología que teníamos para elegir ordenadamente a los gobernantes, ya no son la única forma de acceder al poder. Han perdido capacidad de organización, movilización y convocatoria —legitimidad, pues— y sus propuestas ideológicas han sido, en muchos casos, superadas por el contexto.
Los partidos por sí mismos ya no resultan atractivos para el ciudadano porque una sola ideología “químicamente pura” es insuficiente para cubrir las inquietudes de los ciudadanos que buscan más respuestas que lo que plataformas e ideologías puedan dar. Por ejemplo, el PRI es sumamente incluyente en sus principios y plataforma, pero difícilmente atraería a grupos ecologistas, de ahí su alianza con el PVEM. Lo mismo puede decirse de todos los partidos tradicionales; la atomización de las agendas políticas partidistas no es tan grande en México —ni siquiera tenemos partidos radicales, los existentes gravitan en el centro del espectro ideológico— pero ninguno, en solitario, puede ganar la elección presidencial por una mayoría que no genere cuestionamientos de legitimidad.
Pero ni la ideología ni la afiliación son lo que cuentan ahora, sino la capacidad de captar el interés, al menos momentáneo de los ciudadanos que votan, porque cada voto, si no se traduce en cargos políticos de elección, sí se traduce en recursos que se convierten en un muy apetecible negocio para quienes logran obtener una franquicia partidaria. El voto ciudadano que cada seis años se emite en las urnas es el insumo que otorga a los partidos la posibilidad de subsistir en términos de la legislación electoral. Pero los partidos son figuras desgastadas, que ya no concitan interés, ni responden a la realidad de una cultura que cada día se halla más enraizada en nuevos valores y tecnologías. Tampoco pueden hoy dar cauce a las demandas de movimientos finiseculares como el zapatismo, cuya agenda de reivindicaciones rompe con los cánones de la modernidad occidental. Lo más singular es que los partidos no son portadores de los intereses de un creciente número de ciudadanos que se decanta por participar políticamente de un modo alternativo, identificándose y eligiendo candidatos independientes.

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